¿Entiendo a Vinicius y su enfado? Claro que lo entiendo. Desde la rabia y la ofensa tiene todo el derecho a sentirse mal. Lo que sí pienso es que a su alrededor le están haciendo daño..
Foto: El Confidencial
Vinicius, España y el racismo
Cuesta no empatizar cuando ves a alguien pasarlo mal. No importa la raza ni la condición, intentas ponerte en su lugar y entender lo que hay detrás. Vinicius acabó ayer entre lágrimas la rueda de prensa, igual que fue autocrítico y equilibrado después de ganar la Supercopa. Ves esos dos momentos y piensas en que hay una persona frágil, con ganas de ser mejor y que está trabajando para ello. Sería indudable si no saliera a los terrenos de juego una persona totalmente opuesta. Protestón con los árbitros, altanero con los rivales y desafiante con las aficiones. El Vinicius humilde y abatido se transforma en otra cosa. Señala el escudo de su club sin parar, como los resultados a su rival cuando gana y afirma que “todos tienen envidia contra el mejor club del mundo”. ¿Cuál de los dos es el real? ¿El autocrítico y humilde o el que desprecia a los demás desde la atalaya del que se siente el mejor en el mejor? Sinceramente, creo que los dos.
Mi sensación es que todo lo que está ocurriendo a su alrededor está exageradamente sobredimensionado y que si alguien debe ser ayudado es Vinicius. En primer lugar por los cánticos de obtusos cernícalos que no tienen ni la menor idea del significado de lo que cantan. ¿Hay racismo en España? Sí, como en el mundo entero. ¿Alguien puede decirme un país donde no haya racistas? ¿Y donde no haya homófobos o xenófobos? Si los buscas los encuentras, por desgracia. En una masa de miles y miles de personas es relativamente fácil encontrar estúpidos diciendo barbaridades. También nosotros en conversaciones privadas nos asustaríamos si nos graban según qué expresiones. ¿Significa esto que haya que aceptarlo? Rotundamente no, pero sí ponerlo en su dimensión.
Afortunadamente España es un país de acogida. Aquí vienen (y están deseando venir) personas de toda procedencia. Este país es ejemplo de libertad, de seguridad y de tolerancia. ¿Tenemos nuestros problemas? Claro, como todos. Tildar a España como un país racista es de una insoportable desproporción. Que nuestro Gobierno permita al presidente de Brasil estigmatizar a todo un país me parece desolador. Convendría plantearse si no tiene problemas Brasil dentro como para hacer de esto una cuestión de estado y también preguntarse si no hay miles y miles de brasileños viviendo y queriendo vivir en España.
¿Entiendo a Vinicius y su enfado? Claro que lo entiendo. Desde la rabia y la ofensa tiene todo el derecho a sentirse mal. Lo que sí pienso es que a su alrededor le están haciendo daño. Hacerle creer que el mundo está contra él es un mal ejemplo de crecimiento educativo. A un chico tan joven, como es él, habría que hacerle entender que los estúpidos que le gritan no representan una opinión global y coral. Que los que le atacan en las redes sociales lo hacen a todo bicho viviente en la medida de su popularidad. Que el racismo no está creciendo, que el racismo se combate y se persigue, que se ha avanzado muchísimo y por eso ahora se señala a los que lo profesan. Y que España no es un país racista, como él afirmó aunque ahora haya reculado.
Uno no sabe qué es mejor. Hubo en su tiempo jugadores negros que no quisieron darle altavoz a esta gentuza. Ahora se les saca por la tele. No me atrevería a dar la receta, lo importante es elegir lo mejor para reducir el problema que no terminar con él. Sería muy bonito pensar que vamos a acabar con el mal, pero eso es imposible. En un campo hay gente que llama “maricón” a un jugador, a otro “negro de mierda” y al árbitro repetidamente: “hijo de puta, no sales vivo de aquí”. ¿Qué es peor? Todo es tan feo como absurdo sería darle la magnitud de lo que no representan. Se escuchan mucho más a mil estúpidos que a cincuenta mil en silencio.
Por eso, y voy concluyendo, pienso que a Vinicius le tienen que ayudar con su lucha, la que tiene fuera y la que tiene dentro. Porque dentro de sí mismo estoy convencido de que tiene sus fantasmas y la manera de ayudarle no es convirtiéndole en víctima de todo y de todos. Como a cualquier joven, hay que decirle lo que hace bien y lo que no hace bien. Así crecerá y madurará, así se convertirá en mejor deportista y así pondrá en la dimensión necesaria las cosas que ocurren a su alrededor. El racismo no es selectivo. Si te sientes superior a otra raza, te da igual la camiseta que vista. Hay personas que no ven más allá de la piel del otro, cierto, tanto que cualquier cosa que le ocurra es justificada por su color. Empecemos a mirar a las personas sin importar cómo son y entonces encontraremos la verdadera medida de lo que ocurre. Así escaparemos de eslóganes gruesos que contribuyen mucho más a la crispación que a la solución.