Es la sensación del baloncesto español. Máster en asfixia a los rivales con un juego eléctrico de alta velocidad. De recién ascendido a la LEB Oro a quizá recién ascendido a la ACB. Y de la mano de un niño de 17 años, con pinta de marcar el destino de la selección.
Si hay un equipo que ha impactado esta temporada en el basket patrio es este histórico club burgalés maltratado por el sistema. Tizona se ganó en la cancha jugar en ACB, pero los despachos de aquella competición semi-cerrada se lo impidieron. Bajó a los infiernos hasta que volvió a asomarse esta temporada a las altas esferas. Su ascenso a la LEB Oro tenía el destino de ser el guardián y la sombra del hermano rico de la ciudad. Pues no, se han revelado y lo han hecho a toda pastilla.
Con un estilo de juego sorprendente, impactante, moderno y verginoso, Diego Ocampo mira a todos desde arriba salvo a Leyma Coruña. Tizona es segundo, a una sola victoria del puesto de ascenso directo que es propiedad de los gallegos. Con todo lo que ilumina el foco del subcampeonato, me ha cautivado más su fenotipo. Estamos ante un equipo que te hace 100 puntos como si no costara, que es capaz de llegar a 120 si hace falta, o termina un primer cuarto con 35. Tizona compra billetes para el AVE y es el maquinista. Desde el primer segundo del partido no hay manera de bajarte hasta que termine. Impone un ritmo que te ahoga, a una velocidad anormalmente extrema y donde no existe el verbo especular. Da igual que no quieras seguirlo, no te dejan. No hay manera de hacer el partido lento. Te presionan en toda la pista desde el saque de fondo y si no roban te invitan a aprovechar el espacio. Cuanto más rápido va el balón a tu canasta, más fugaz te encuentras la respuesta.
Por el camino, Diego Ocampo va moviendo sus fichas mientras duran. Como los esfuerzos son de máxima intensidad, la vorágine de cambios permite que el pistón no baje. Rara vez alguien sube de 25 minutos. Por la pista desfilan diez, once y hasta doce jugadores si hace falta. Si no, sería imposible. Todos colaboran al servicio de la causa porque el resultado no puede ser más apetecible. Se lo pasan bien y nos lo hacen pasar bien. Si tienes un tiro, no hay posesión que valga. Pueden ser dos, cinco o diez segundos. Como si toca lanzarse cinco triples seguidos o cuatro bandejas. Se trata de que nadie aguante la respiración y que el rodillo vaya haciendo su trabajo.
La máquina es tan perfecta que se te va el base que lo mueve todo y da igual. Salió Didac Cuevas rumbo a la ACB, con casi 6 asistencias de media, y apareció un jugador que tiene todo para ser la sensación del baloncesto español. Unicaja fue listo y mandó a Mario Saint-Supery al lugar perfecto. Un niño de 17 años que está en edad de disfrutar del juego y que aterriza en el equipo donde hay carta blanca para el descaro y el atrevimiento. Scariolo lo llevó a la última ventana absoluta y ahora acaricia un gatito viéndole liderar a este descarado aspirante al ascenso. Si no le has visto, no tienes tiempo que perder. Puro talento, fundamentos que pasarían por balcánicos, personalidad para los tiros decisivos. Si el fútbol tiene a Lamine Yamal, el basket tiene a Mario Saint-Supery.
Tizona es un parque de bolas, ideal para los críos. Por eso también acaba de llegar Sergi Huguet y mientras tanto Jofresa (el hijo de Rafa y sobrino de Tomás) se marca un concurso de triples cada partido, como aquel que le llevó al Al All Star de la ACB. Y de Gerard a Arnau, Parrado, que se lo pasa pipa celebrando sus éxitos y soltando la rabia que le sale del cuerpo. Joe pone la ‘crema’ americana al juego exterior y Jacobo Díaz la sensatez y la amplia gama del catálogo que ofrece al por mayor. Si Saint Supery tiene que descansar, aunque mucha falta no le haga, Ayoze Alonso y Caio Pacheco mantienen el ritmo para que quienes pidan descanso (o más bien bandera blanca) sean los bases rivales. La intimidación es cosa de Abdou Thiam y Ramón Vilá a los que les toca correr arriba y abajo porque en este equipo, si eres pívot, es lo que toca. Ya lo sabe bien Garmine Kande.
En definitiva, Tizona es un torbellino que impacta nada más verlo. Si ascienden harán historia porque la historia se lo debe. Y si no, que debería ser lo probable, dejarán un legado que se mantiene más en el tiempo. Tdo el mundo quiere verlos jugar. Es un espectáculo. Enhorabuena al club y a Diego Ocampo. Cuando os narro me lo paso pipa y cuando os veo encargo palomitas.